En 1947, un profesor de química llamado Maurice King descubrió una fórmula que revolucionaría las barberías, peluquerías y salones de belleza de todo el mundo.

King, que había sufrido irritaciones en el cuero cabelludo desde la adolescencia debido a las prácticas antihigiénicas de la barbería de principios del siglo XX, estaba decidido a librar a la industria de esta desagradable deficiencia.

El gran avance que encontró fue un compuesto de amonio, que era lo suficientemente fuerte como para combatir las infecciones, pero lo suficientemente suave para el uso diario. BARBICIDE® había nacido, y cientos de millones de peinados estarían mejor con ello.

Los barberos ya no limpiarían los peines sucios con un trapo práctico, o quizás con sus pantalones. Para siempre, los peines y las tijeras colgarían en forma suspendida en frascos cilíndricos de un pie de altura en los que ningún germen ni hongo podría sobrevivir.

El líquido azul de King's no tardó mucho en ganar reconocimiento como el símbolo de la desinfección de primera calidad entre los barberos y pronto los salones y esteticistas también lo utilizaron para garantizar que ofrecían un servicio seguro.

Desde los sencillos comienzos de un químico que intentaba cortarse el pelo en condiciones limpias, BARBICIDE® se ha convertido en un producto icónico e incluso figura en la colección permanente del Museo Nacional de Historia Estadounidense del Smithsonian de Washington, DC.